A veces creemos que criar conscientemente es una lista de cosas que tenemos que hacer:
leer libros, seguir consejos, usar las palabras adecuadas, responder bien a cada emoción. Pero la crianza consciente no empieza con técnicas.
Empieza contigo. Con cómo te habitas. Con cómo te miras. Con cómo te cuidas.
No puedes dar lo que no has recibido… pero sí lo que has transformado
Muchos de nosotros crecimos aprendiendo a callar lo que sentíamos.
A portarnos “bien”, a no molestar, a complacer.
A sobrevivir sin incomodar.
Y entonces llega la maternidad y la paternidad… y te encuentras con un pequeño ser que siente todo. Que llora, grita, se enfada, busca.
Y tú… no sabes muy bien qué hacer con eso.
Porque para acompañar las emociones de otro, primero necesitas poder estar con las tuyas.
Ahí empieza el trabajo.
Parar. Mirarte. Escucharte.
La crianza consciente no es una perfección exigente.
Es un camino donde te das cuenta.
Donde te atreves a mirar tus propias heridas y a hacer algo nuevo con ellas.
No se trata de saberlo todo.
Se trata de estar disponible.
De respirar antes de reaccionar.
De reparar cuando te equivocas.
De cuidar tu historia para poder cuidar la de tu hijo.
Criar con conciencia es criar desde dentro.
El cambio profundo no ocurre desde la cabeza, sino desde el vínculo
Quiero recordarte que para que nuestros hijos se sientan seguros, nosotras también necesitamos sentirnos seguras.
Que no basta con “saber” sobre apego.
Hay que vivirlo. Sentirlo en el cuerpo. Experimentarlo en una relación.
Y por eso el verdadero cambio ocurre cuando alguien nos mira con ternura, cuando podemos llorar con otra madre sin ser juzgadas, cuando sentimos en el cuerpo que no estamos solas.
Porque el vínculo repara. La conexión transforma.
Cuidarte es cuidar
No es egoísta tomarte un tiempo.
No es superficial crear belleza en tu vida.
No es innecesario parar.
Tu autocuidado es parte de la crianza consciente.
Porque no puedes sostener si tú no estás sostenida.
Y porque tus hijos no solo aprenden lo que les dices.
Aprenden cómo te tratas. Cómo te hablas.
Cómo te permites descansar, llorar, reír, reparar.
Criar conscientemente no es hacerlo todo perfecto.
Es hacerlo presente.
Es mirar dentro. Es elegir distinto.
Es caminar con compasión, incluso cuando te caes.
Y ese camino no tienes que hacerlo sola.
Te acompaño a mirar, sentir y reconstruir. A encontrar en ti el espacio seguro desde el que criar.
Y a recordar, cada día, que el vínculo… es el lugar.