Hay días en los que la crianza duele.
En los que sientes que no puedes más.
Tu hijo grita, se niega, te reta… y tú te sientes al límite.
Pero, ¿y si ese “mal comportamiento” fuera en realidad una forma de pedir ayuda?
Lo que vemos… y lo que hay debajo
Imagina un iceberg.
En la parte visible está el grito, el portazo, el “no quiero”.
Pero debajo… hay miedo, tristeza, necesidad de conexión.
El comportamiento no es el problema.
Es el mensaje.
Y cuando aprendemos a leerlo desde ahí, cambia nuestra mirada… y cambia también la relación.
¿Qué me está pidiendo con esto?
Sabemos que detrás de cada acción difícil hay una necesidad emocional no satisfecha:
- A veces nos desafían… porque necesitan que les pongamos límites con amor, para sentirse seguros.
- A veces se resisten… porque están desbordados y no saben cómo expresarlo.
- A veces nos gritan… porque nos están pidiendo que les miremos de verdad.
En realidad, lo que quieren decirnos es:
“Mírame, ayúdame a organizar esto que siento.”
“Quédate cerca aunque sea difícil.”
No es personal
Una de las cosas más poderosas que podemos hacer como madres y padres es no tomarnos el comportamiento como algo contra nosotras.
No es una guerra.
Es una petición de vínculo.
Por eso, más que controlar o corregir, la clave está en comprender y acompañar.
En mirar más allá del gesto.
En sostener, incluso cuando no entendemos del todo.
La regulación empieza por el adulto
Sabemos que no siempre es fácil.
Que hay días en los que nuestra paciencia no alcanza.
Y está bien.
Nadie puede acompañar desde un lugar que no tiene.
Por eso, nuestro propio autocuidado no es egoísmo: es una necesidad relacional.
Cuando cuidamos de nuestra salud mental, nuestra energía y nuestra historia, podemos ofrecer lo que verdaderamente transforma: presencia segura.
Criar desde el vínculo
Educar no es moldear.
Es cultivar.
Y eso implica mirar con ojos curiosos, sostener con firmeza y ternura, reparar cuando nos equivocamos, y volver una y otra vez al vínculo.
Porque lo que queda no es el castigo, ni el grito, ni la técnica.
Lo que queda es cómo nos hicieron sentir.
Tu hijo no te está desafiando.
Está luchando con algo que aún no sabe cómo poner en palabras.
Y necesita que tú seas su traductora emocional.
En ese camino, no tienes que estar sola.
Te acompaño a mirar el comportamiento desde la raíz,
para que puedas acompañar con claridad, conexión y confianza.